EL REINADO HORRIBILIS DE CARLOS III EN EL PRIMER ANIVERSARIO DE SU CORONACIóN, CON UNA INESPERADA PROTAGONISTA

Nunca fue muy dada a expresar sus sentimientos en público, pero en 1992, cuando se cumplían 40 años de su coronación, Isabel II hizo una inusual excepción. Tras la separación de tres de sus cuatro hijos, un incendio que destruía gran parte del castillo de Windsor y la publicación de Diana, su verdadera historia, una biografía autorizada donde la princesa de Gales desvelaba todo tipo de detalles sobre la familia real, la soberana no se anduvo con rodeos y en el discurso ofrecido en la sede del consistorio de Londres lo calificó como su "annus horribilis”.

La monarquía se tambaleaba, pero la reina no tardó en reaccionar. Decidió abrir el palacio de Buckingham al público utilizando los ingresos para renovar el castillo de Windsor y comenzó a pagar impuestos sobre la renta de forma voluntaria, poniendo fin así a más de medio siglo de exención fiscal. Resurgió como el ave fénix.

Con Carlos III, el annus horribilis ha llegado más pronto de lo imaginado. Esperó más que ningún otro heredero en la historia del Reino Unido, pues cuando accedió al trono tenía 73 años. Siempre se negó a ser un mero rey de transición entre su madre y su hijo, el príncipe Guillermo. Quería dejar su impronta. Pero antes de que le diera tiempo a comenzar, tuvo que retirarse.

El monarca, que ahora tiene 75 años, celebra su primer aniversario de coronación en circunstancias más que excepcionales. Tras meses retirado de la agenda por un cáncer -cuyo tipo no ha sido especificado-, acaba de retomar sus compromisos públicos. Aunque esto no supone una vuelta a la normalidad.

El rey el día de su coronación. (Getty)

Los médicos, aunque optimistas, quieren minimizar los riesgos mientras dura el tratamiento. Por lo tanto, la agenda se deberá ir adaptando sobre la marcha en una etapa tremendamente complicada para la institución, ya que al cáncer del monarca se le une el de la princesa de Gales, Catalina, para la que no hay aún una fecha de vuelta.

Ante la gran crisis, se llegó a hablar de 'la maldición de Diana'. No obstante, pese a las adversidades, y al igual que pasara con su madre, Carlos III ha logrado resurgir de sus cenizas. Su reaparición con la visita a un centro oncológico dejó ver su lado más humano y empático. La estrategia con la que el Palacio de Buckingham ha tratado su enfermedad, con un balance acertado entre información y privacidad, ha sido alabado frente a las críticas recibidas por el Palacio de Kensington, ante el secretismo que se impuso con Kate Middleton durante meses hasta el video de marzo que dio la vuelta al mundo.

Pero, sobre todo, gran orgullo del monarca, la crisis ha revelado una gran e inesperada protagonista: Camila. Su Camila. El que siempre fue el amor de su vida no sólo se ha convertido en su gran apoyo en el ámbito privado, sino que además en el ámbito público ha tomado un papel más que relevante en la institución. La fotografía con la que se acompañó el comunicado oficial anunciando el regreso a la vida pública del rey fue de lo más simbólica. Carlos y Camila aparecían sonrientes, cogidos del brazo. Mientras ella mira a la cámara, él la mira a ella.

La imagen fue tomada en el jardín del Palacio de Buckingham la mañana del 10 de abril, el día después de su 19º aniversario de bodas. Tras una más que polémica relación que comenzó en 1970, la pareja se dio el 'sí, quiero' el 9 de abril de 2005 en una íntima ceremonia civil en el ayuntamiento del castillo de Windsor. Isabel II y el duque de Edimburgo no estuvieron presentes, aunque sí posaron en las fotografías que se realizaron con la celebración que tuvo lugar posteriormente.

Cuando la hija del comandante Bruce Shand entró oficialmente a ser miembro de la familia real, tenía ya 58 años. No fue fácil. Unirse a la realeza es un poco como mudarse a un pueblo remoto: nadie te considera local durante una generación o dos, o al menos hasta que llegue el siguiente forastero. Aunque, como dicen los actores de Hollywood, es más fácil permanecer normal cuando te acercas a los delirios de la vida de una celebridad en edad adulta que cuando eres un bebé, como Carlos, o una adolescente, como le pasó a Diana.

Camila tuvo que hacer la transición sin contar además con ningún apoyo. No tenía el visto bueno de la soberana y ni mucho menos el cariño de súbditos. Es más, la popularidad de la pareja cayó a sus cuotas más bajas cuando se dio el 'sí, quiero'. Entonces, en Palacio se diseñó un elaborado plan para mostrarla en público tan solo en contadas ocasiones Pero la soledad de aquella Camila contrasta ahora con la de una reina consorte que, lejos de estar en segundo plano, ha tenido que ponerse al frente de la Corona, lo nunca imaginado.

La reina Camila. (Getty)

Encarnando el espíritu de Windsor de "mantener la calma y seguir adelante", Camila, de 76 años, ha llevado a cabo más de una docena de compromisos adicionales en nombre de la Firma. Gracias a ella -y al apoyo también de la princesa Ana y el duque y la duquesa de Edimburgo-, el monarca no ha tenido que recurrir durante su ausencia a ninguno de sus Consejeros de Estado, todo un logro considerando también que el príncipe Guillermo y Kate han estado también fuera de escena.

Ante a continuidad del monarca, ha sido precisamente Camila quien ha llevado a cabo uno de los cambios más modernizadores, eliminando a las damas de honor, que suenan arcaicas. También ha continuado haciendo campaña sobre la violencia doméstica, un tema que probablemente no haya sido abordado por generaciones anteriores de la realeza. Pero todavía hay algunos que cuestionan su uso del título de reina. El exsecretario privado de la princesa Diana, Patrick Jephson, dice que hubiera preferido que fuera princesa consorte. "Después de todo, el príncipe Felipe se las arregló como príncipe consorte durante todo su tiempo como marido de la reina", dice.

En cualquier caso, la considerada en su día "eterna amante", "la mujer más odiada del Reino Unido", se ha ganado a pulso su sitio en una institución que, lejos de ese halo de misterio que defendía en el siglo XIX el escritor Walter Bagehot, asegurando que "para mantener la magia de la realeza se tiene que mantener a salvo de la intrusiva luz del día", ha constatado que la transparencia es lo único que puede garantizar su supervivencia.

La decisión de que Carlos III y Camila reciban al emperador y la emperatriz de Japón en una visita de Estado en junio ciertamente parece positiva, al igual que la sugerencia de que la pareja pueda visitar Australia y el Pacífico para coincidir con la reunión de Jefes de Gobierno de la Commonwealth en Samoa en octubre. Si bien ciertamente no ha sido el comienzo que esperaban, el estoico apoyo mutuo a través de su propio annus horribilis, versión reinado horribilis, ha sido clave en estos primeros doce meses de la nueva era.

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